DILATORIO

Hasta 1992 el significado que al adjetivo dilatorio daba el DLE era puramente forense:

    «Que sirve para prorrogar y extender un término judicial o la tramitación de un asunto».



En dicho año se añadió otro sentido, general, que hoy día se oye muchísimo:

    «Que causa dilación o aplazamiento. Tácticas dilatorias».



A algunos tal extensión no les parecía muy castiza; hasta es probable que hubieran dado en suponer que traía causa de la influencia del inglés dilatory, que siempre ha tenido sentido general.


Pero, si miramos los libros de nuestros escritores clásicos, veremos que tal sentido general no es parto de la anglicada época que nos ha tocado vivir, sino propio de nuestra lengua.


Así, lo hallamos en estas citas:

    «Digo que, presuponiendo los dos vulgares modos de guerrear (es a saber, el que llaman oculto y dilatorio, que consiste en terrores, escaramuzas, celadas y otras facciones semejantes; y el otro, que llaman público, y se puede llamar también perentorio, que consiste en las batallas que llaman de poder a poder, campales y justas jornadas), la duda y la consulta del general estará en ver cuál de los dichos dos modos le conviene seguir» (Pedro Barbosa Homem, Discursos de la jurídica y verdadera razón de Estado, parte I [1629], página 120).


    «Pues, desde entonces, fingiendo/ ocasiones dilatorias,/ descuidadas remisiones/ y tibiezas cuidadosas,/ vino por claros indicios/ a conocerse que sola/ su mudada voluntad/ los desposorios estorba» (Parte II de las comedias del licenciado don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza [1634], El examen de maridos, acto II).

    «Vinieron los escoceses, pero tan soberbios por la superioridad en que se hallaban —y con demandas tan desproporcionadas— que se echaba bien de ver que aquel no era más que un congreso dilatorio para dar tiempo a los ingleses de prevenirse y esperar la convocación del Parlamento, que era el negocio principal acordado entre los dos reinos para total ruina de la real majestad» (Felipe de Albornoz, traducción de la obra Guerras civiles de Inglaterra, trágica muerte de su rey Carlos, del italiano Maiolino Bisaccioni [1658], páginas 47 y 48).



No merece, por tanto, crítica.



REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: NTLLE (fechas de consulta: 22 y 23 de noviembre de 2020).
Libros de dominio público de GOOGLE BOOKS (fechas de consulta: las mismas).

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