A PROVECHO DE

La expresión más usada por los hispanohablantes es en provecho de. También se oye algo a provecho de, que ha suscitado siempre recelos (quizás porque quienes la critican ven en ella el au profit de o el to the profit of que suelen usar franceses e ingleses, respectivamente).


Pero hoy día la Academia ha acabado con las dudas que había. Basta mirar su CORDE para comprobar que los hispanohablantes usamos a provecho de desde época muy antigua. Así, por ejemplo, lo podemos ver en estas citas:

    «Sin medida ni número ni peso es lo que Cristo padeció, ordenando la pasión a provecho de los que se la dieron, para lo cual hizo fuerzas a su mesma voluntad, inclinándola totalmente al revés de la sensual inclinación, que huye del perseguidor y procura de lo perseguir» (Francisco de Osuna, Abecedario espiritual, primera parte [1528]).

    «Lugares consonantes son aquellos en los cuales, ayudada la voz de los lugares bajos y subiendo con crecimiento, entra en las orejas con muy distincta y formada claridad de palabras. Así que, si en escoger lugar hobiere diligente consideración, enmendárase el efecto de la voz en los teatros con prudencia y a provecho de los oyentes» (Miguel de Urrea, traducción de la obra de Vitruvio Arquitectura [1582]).


    «Y, así, el predicador que acostumbra a predicar cosas especulativas e ingeniosas y no trata de reprender los vicios del pueblo hará poco provecho y allegará pocas mieses en las trojes de su Señor. Por lo cual, si quisiere ser fiel ministro del Evangelio y ejercitar su oficio como debe, procure de predicar a provecho de las almas, reprendiendo los vicios y amonestando las virtudes» (Diego de Estella, Modo de predicar y modus concionandi [1570-1573]).


    «… comenzó a pensar con gran cuidado qué era lo que Dios quería dél, qué cosa sería bien hacer que fuese más acepta y agradable en los ojos de su divino acatamiento. Y, después que lo miró y tanteó todo, al fin se resolvió que para poderse emplear mejor y más a provecho de sus próximos —como él deseaba—, era necesario tener caudal de letras y acompañar la dotrina y el conocimiento de las cosas divinas (que por el estudio y ejercicio de las letras se alcanza) con la unción y favor de espíritu que nuestro Señor le comunicaba; y por esto se determinó de estudiar» (Pedro de Ribadeneyra, Vida de san Ignacio de Loyola [1583]).




REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española [http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0], fecha de la consulta: 12 de julio de 2021.
— Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español [fecha de la consulta: la misma].

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