A LA CONTRA

La expresión a la contra (‘por el contrario, al contrario’) se ha echado a galicismo —por su parecido con la francesa à l’encontre—, pero algunas citas de autores de la época clásica demuestran que es castiza.

Así, hallamos varias en la obra Reportorio de los tiempos y historia natural desta Nueva España, de Enrico Martínez [1606]:

    «… de tal modo que ninguna hay tan acomodada a nuestro vivir que deje de ser dañosa en algún tiempo o para algún sujeto; y, a la contra, ninguna hay tan contraria que deje de ser necesaria…» (folio 55).

    «Fue la reina doña Catalina mujer de gran virtud; y, a la contra, su marido, vicioso y carnal…» (folio 245).


Leemos esta otra en El cristiano virtuoso, de Pedro Mercado [1673]:

    «Si Dios nos quisiere dar favores, nos hemos de humillar a la divina mano, teniéndonos por indignos dellos; si Dios, a la contra, nos asienta la mano y nos da castigos, hemos de bajar, humildes, la cabeza y juzgar que los tenemos bien merecidos por nuestras culpas» (folio 186).


Y hallamos más citas en la obra de Diego de Leyva Virtudes y milagros, en vida y muerte, del V. P. Fr. Sebastián de Aparicio [1687]:

    «Y, así, ¿qué importaría no supiese, por su orden y de memoria, los diez mandamientos de la ley de Dios si era exactísimo en el cumplimiento de ellos sin quebrantar ninguno? Y no solo él los guardaba, pero era muy celoso de que otro no los violase, como se verá adelante; y, a la contra, ¿qué les aprovechará a algunos saber de memoria la ley y discurrir grandes sutilezas de entendimiento, comprehender muchas opiniones y resolver cuestiones muy difíciles de gracia u de caridad y otras virtudes si a lo que menos atienden es a practicar lo que hablan?» (folios 100 vuelto y 101).

    «… y, si acaso le daban una túnica blanda, al punto le cosía por dentro cordeles para ponerla áspera, porque decía que sabía por experiencia cierta que los demonios huían y se acobardaban con la aspereza; y, a la contra, se animaban a tentar más fuertemente a quien hallaban con blandas y delicadas vestiduras…» (folios 119 vuelto y 120).


    «… y, así, a estos llama el mundo prudentes, mansos, cuerdos —que, aunque vean muchas culpas, no se alteran—. Y, a la contra, a los otros —que son verdaderamente celosos, que no permiten ver que su Dios sea ofendido ni sus leyes santas despreciadas—, a estos llaman impertinentes, penosos e insufribles» (folio 144)

    «De aquí se puede inferir cuánto es el bien que se le hace a una alma y cuánto lo estimará ella cuando con oraciones, sacrificios, limosnas y otras obras penales le favorecen los vivos para que se le abrevien estos tormentos y consiga la posesión de aquel descanso; y, a la contra, cuánto será el agravio que les hace el vivo que por su omisión no cumple ni satisface lo que ellas dejan ordenado y por esta causa las tiene impedidas y encarceladas» (folio 185).



MIR Y NOGUERA, JUAN. Prontuario de hispanismo y barbarismo, tomo I [1908], disponible en archive.org (fecha de la consulta: 31 de mayo de 2019).
Libros de dominio público de GOOGLE BOOKS (fechas de consulta: 30 y 31 de mayo de 2019).

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