MUERTE SÚBITA
La expresión muerte súbita (‘muerte repentina’) algunos la han echado a anglicismo (por ver en ella el sudden death inglés), pero siempre se ha usado en castellano.
La Academia produce varias citas en su CORDE:
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«… y aconteció, como he dicho, un caso en aguas harto de dolor, y fue que Ricoldo, duque de los frisones, convertido por el obispo Volfrano Sevonense, como hubiese ya metido un pie en la pila para bautizarse, dudando entonces, pidió: “¿En dónde moran agora los más de mis deudos, en paraíso o en el infierno?”; y, como le dijesen que en el infierno, volvió atrás su pie diciendo: “Alabanza muy mayor es seguir a los más”; y luego fue castigada su necedad, que no tardó su muerte súbita sin conocerse» (José Micón, Diario y juicio del grande cometa que nuevamente nos ha aparecido hacia occidente [1578]).
«Cayo Calígula, emperador romano, fue muerto por sus crueldades —dándole treinta y tres puñaladas—; y, por su muerte súbita, Claudio, su tío, de temor que tuvo no fuese muerto, se escondió en cierta parte de su palacio. Y, viéndole acaso los pies un soldado que andaba robando la casa, sacole de allí, y, juntándose con otros, le hicieron emperador; y así alcanzó el imperio de Roma el que un día antes no hallaba dónde estuviese seguro de muerte» (Alonso de Villegas, Fructus sanctorum y quinta parte del Flos sanctorum [1594]).
Y en la Red hallamos muchas más:
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«… y la muerte súbita de Ananía y Safira, su mujer, porque defraudaron el precio de la heredad que ya estaba dedicada a los apóstoles» (Pedro Sánchez, Historia moral y filosófica [1590], folio 135 vuelto, columna 2).
«¿Cuánto más será materia de desvelo y motivo para una prevención exacta? Eslo, y tan eficaz que he llegado a presumir que esta contingencia de cogernos una muerte súbita es no solo propriedad de nuestra naturaleza frágil, sino efecto de la sabiduría divina, sumamente próvida, para que con este recelo estemos a punto y desvelados» (Miguel Ángel Pascual, El oyente desengañado, convencido y remediado [1692], página 200, columnas 1 y 2).
«Diranme, padre, ha sido su muerte arrebatada, casi súbita y repentina; hale acabado la vida en pocas horas, ¿y la llamáis muerte buena y de perlado santo? ¿Cómo es esto? Yo os lo diré: la Iglesia santa pide a Dios, nuestro señor, que nos libre de muerte súbita e improvisa: “A subitanea & improvisa morte libera nos, Domine“. De muerte súbita —y, juntamente, desapercibida— desa pide la Iglesia que nos guarde Dios. Pero, si la muerte es acordada y prevenida, aunque sea súbita y repentina, no es mala, sino que puede ser muy santa y muy buena. Y tal es la muerte del justo muchas veces, como lo dice expresamente el Sabio…» (Sermón que predicó el P. Juan Baptista Escardó, religioso de la Compañía de Jesús, en la iglesia catedral de Mallorca en las honras que se hicieron al ilustrísimo y reverendísimo S. don Baltasar de Borja, obispo de aquella diócesis, a 13 de julio de 1630, folio 15 vuelto).
MARTÍNEZ DE SOUSA, JOSÉ. Diccionario de usos y dudas del español actual (DUDEA), 4.ª ed. ampliada y corregida, editorial TREA, 2008.
Libros de dominio público de GOOGLE BOOKS (fecha de la consulta: 14 de mayo de 2019).
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español. <http://www.rae.es> [Fecha de la consulta: la misma]