COMPULSORIO

Según el DLE, los adjetivos compulsorio y compulsivo tienen sentidos diferentes. El primero se aplica ‘al mandato o provisión del juez que se da para compulsar un instrumento o proceso’; el segundo se aplica ‘a lo que tiene virtud de compeler’.

El uso de compulsorio con el sentido de compulsivo se ha echado tradicionalmente a anglicismo —por el parecido del inglés compulsory con nuestro compulsorio—, crítica que no parece muy acertada, ya que las fuentes literarias clásicas demuestran que ambos adjetivos son también sinónimos en español; y lo vemos en estos textos del Sumario manual de información de la cristiana consciencia [1556], del escritor Bernardo de Nieva:

«La otra manera de conjurar es compulsoria, y desta manera no es lícito conjurar sino a los súbditos solamente, y con causa razonable, porque quien desta manera conjura entiende compeler o necesitar al conjurado a algo por reverencia del nombre de Dios o de otras cosas sagradas por quien le conjura, en lo cual, no siendo el conjurado súbdito suyo, usurparía en él la jurisdicción que no tiene; y, ansí, pecaría gravemente. Y desta manera, conjurando a Cristo, nuestro redentor, aquel príncipe de los sacerdotes, Caifás, pecó gravísimamente diciendo “adiuro te per Deum vivum ut dicas nobis si tu es Christus Filius Dei” (Matt. 26). A los demonios no podemos lícitamente conjurar deprecando porque aquella manera de conjurar pertenesce a una benevolencia o amistad que no conviene tener con los demonios, como sean nuestros enemigos, que tanto desean y procuran nuestra perdición; y, ansí, conjurándolos deprecativamente, sería sin dubda pecado mortal. Compulsoriamente los podemos conjurar, mandando y compeliéndolos en virtud divina, como a enemigos, a que se aparten de nosotros y que no nos hagan daño espiritual ni corporal…» (folio LXI).



«Conjurar a las criaturas irracionales, como serpientes o nublados, refiriendo a ellas mesmas en sí el conjuro, es cosa vana porque no entienden lo que se les ruega ni lo que se les manda; y, por consiguiente, es pecado, porque es invocar el nombre de Dios vanamente. Mas refiriéndole a Dios deprecativamente, a quien todas las criaturas obedecen, suplicándole que por su misericordia las mande que no nos empezcan, esto es muy lícito y pertenesce a los que con invocación y gracia divina hacen milagros, como se lee de sant Simón y sant Judas, que conjuraron a l[o]s dragones y los mandaron que se fuesen al desierto. Y también se puede referir compulsoriamente a los demonios, que usan de las criaturas irracionales para hacernos mal, mandándoles en nombre de Dios que se aparten de hacernos con ellas daño» (folio LXI vuelto).



«Dos maneras hay de corregir: la una es compulsoria, que pertenece a los perlados o superiores para castigar a los malhechores en bien de la república y conservación de la justicia; la otra es admonitoria, que pertenece a los superiores & inferiores para avisar amorosamente a los pecadores que se enmienden…» (folio LXX vuelto).



«… porque, de otra manera, no parecería aquella república perfecta si no tuviese poder y autoridad compulsoria para subjectar o castigar a perturbadores tan rebeldes con tan dañosa porfía…» (folio CLII vuelto).



«Y, ansí, aunque prohibiendo el príncipe algún delicto so pena de muerte, o el prelado so pena de descomunión, cayendo el príncipe o el prelado en aquel delicto, no caya en aquella pena puesta en su ley contra los transgresores della, empero no se excusa de pecado no guardando su ley, a la cual es obligado y subjecto no cuanto a la fuerza coactiva o compulsoria de la ley, mas cuanto a la fuerza directiva o admonitoria…» (folio CLXXIX vuelto).

ALFARO JOVANÉ, RICARDO JOAQUÍN. Diccionario de anglicismos, editorial Gredos, Madrid, 1970 (2.ª edición aumentada).
Libros de dominio público de GOOGLE BOOKS (fecha de consulta: 25 de febrero de 2019).