¿QUÉ ME PASA?
A todas horas digo brunch, flashback, crush, happy y creepy, y a quienes tratan de traducir tales vocablos los tengo por locos que luchan contra el progreso.
La Real Academia Española de la Lengua me parece una institución medieval (aunque, a ser sincero, me parece medieval todo lo anterior a la II Gran Guerra).
Desprecio a quienes tratan de poner reglas a la lengua española; pero me esfuerzo en hablar inglés perfectamente, ya que es el idioma universal, el que sirve para que todos los seres humanos se comuniquen.
Considero ridícula la actitud de Francia de oponerse a la anglicanización.
Considero que las únicas naciones democráticas y civilizadas del mundo son Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido. Sus políticos —cualquiera que sea la ideología de estos— me caen siempre mejor que los de mi propia patria.
Todas las naciones deberían seguir el ejemplo de los Países Bajos, Suecia y Noruega, que han alcanzado gran fama y autoridad gracias a que han convertido el inglés en lengua propia.
Me gusta solo la música en inglés, y tarareo las letras de las canciones continuamente.
Veo las películas anglosajonas en versión original. Desprecio el doblaje y hasta los subtítulos.
Llevo a mis hijos a un colegio en el que se les dan casi todas las asignaturas en inglés. Aun en casa hablo con ellos en la lengua de Shakespeare.
Cuando sean mayores, además, los enviaré a estudiar a Estados Unidos, Canadá o al Reino Unido.
DIAGNÓSTICO: ANGLOMANÍA.