REVERENCIOSO, IRREVERENCIOSO
El adjetivo reverencioso no fue incluido en el DLE hasta finales del siglo XX; pero no por ello hay que echarlo a invento moderno, ya que se usa desde la época clásica, como prueban estas citas:
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«… cómo, en medio de todo él, se humilló y prostró con un reverencioso acato a los padres allí congregados para mostrar la subjeción debida a la Iglesia…» (Antonio Vicente Doménech, Historia general de los santos y varones ilustres en santidad del principado de Cataluña [1602], página 87, columna 2; [1630], página 372, columna 1).
«… se valía de las oraciones que los místicos llaman jaculatorias, que le fervorizaban; y de la presencia de Dios, que le recogía los sentidos: esta, con la consideración de su grandeza, le humillaba; con su respeto y señorío le hacía reverencioso; y, con su amor, tierno» (José de San Esteban, Vida y virtudes del venerable hermano fray Juan de la Magdalena [1662], página 64).
Y también es castizo el adjetivo irreverencioso:
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«Estudiante, ¿cómo, habiendo oído esto, no tiemblas cuando con ese donaire de irreverencioso desdén, digno de ser castigado con don fuego, te atreves a decir “nego divum Thomam”?» (Sermones de fray Jaime de Rebullosa, parte II [1616], página 90, columna 2).
MARTÍNEZ DE SOUSA, JOSÉ. Diccionario de usos y dudas del español actual (DUDEA), 4.ª ed. ampliada y corregida, editorial TREA, 2008.
NTLLE de la RAE (fecha de consulta: 5 de abril de 2019).
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