LA CHAPUZA DEL BILINGÜISMO

Habiéndose estrenado el día 6 de octubre de 2020 el reportaje La chapuza del bilingüismo, reportaje en el cual participamos, ofrecemos a los lectores lo que, en sustancia, nuestro presidente dijo en la entrevista correspondiente —entrevista que fue el miércoles 25 de septiembre de 2019—, por si pudiera interesarles o servir para aclarar algún punto dudoso.


Cuéntanos cómo se creó la asociación y cuáles son sus fines.

La Asociación para la Defensa del Patrimonio Lingüístico de España nació en 2017 (año en que fue debidamente inscrita en el registro nacional del Ministerio del Interior) y empezó a funcionar a finales de 2018. La constituimos personas deseosas de imitar ciertas asociaciones de Francia y Alemania.

En Francia ya desde mediados del siglo XX hay asociaciones de defensa de la lengua —y no es casual, ya que los franceses consideran que la terminación de la II Gran Guerra es el comienzo de la anglicanización de su nación y de todo el mundo—.

Tales asociaciones no están formadas necesariamente por filólogos y escritores, sino por personas corrientes y molientes a las que disgusta que se use demasiado el inglés o que los anglicismos sustituyan a las palabras de siempre (personas de distintas ideologías y credos, cuyas diferencias dan a las asociaciones gran independencia).

Las diferencias ideológicas y religiosas de los socios dan a tales asociaciones gran independencia y las mueven a no perder de vista su fin, que es puramente lingüístico.

Estas personas jurídicas en Francia están favorecidas por la ley de uso de la lengua francesa de 1994, más conocida como ley de Toubon.

Por otra parte, en Alemania, en 1997 se constituyó una asociación de esta clase, a imagen y semejanza de las francesas.

En España no había ninguna similar hasta que nació la nuestra, cuyo fin no es otro que el asegurar que se respete lo dispuesto en el artículo 3 de la Constitución que establece que las únicas lenguas oficiales son la castellana —la general, por lo cual se la llama española,— y las regionales. Recordar esto es muy importante hoy día porque parece que se quiere convertir el inglés también en lengua oficial de facto .

También la Asociación para la Defensa del Patrimonio Lingüístico de España trata de evitar el uso de anglicismos innecesarios, ya que tanto los anglicismos como el bilingüismo, si bien se considera, no son sino dos caras de una misma moneda.


¿Hasta qué punto crees que están amenazados el castellano y otras lenguas de España por el inglés?

De un tiempo a esta parte, se ha dejado de discutir si el inglés debe considerarse la lengua universal o no. Hoy día se tiene por indubitado que ha vencido a todos sus enemigos —antiguos y modernos—: el latín, el francés, el español, el ruso… quizás también el chino. Hoy día, cuando se habla de la importancia del inglés, lo que se quiere significar no es solamente que hay que aprenderlo bien porque permite la comunicación entre personas de distintas lenguas, sino que, además, debería convertirse en la lengua de estudio y de trabajo de todo el mundo. Tal cosa trae causa de que el conocimiento —que se entiende que es, ante todo, el científico y tecnológico— cada vez se lo vincula más con el trabajo en las grandes empresas, y comoquiera que tales empresas suelen ser estadounidenses, se propende a creer que la educación debe atender a formarles buenos empleados. Por eso, ya expresa ya tácitamente, se difunde que no basta saber inglés, sino que toda la enseñanza —o, por lo menos, la superior— debería ser en inglés. No otra cosa es lo que se ha hecho desde la última década del siglo XX en las naciones del norte de Europa —y que son el ejemplo que nuestros políticos dicen que hay que imitar—; por manera que hoy vemos cómo en Suecia y Holanda las universidades ya casi no dan clases en el idioma nacional, sino en inglés.

Pero que todo esto no es tan maravilloso como parece nos lo demuestra el que en Holanda, precisamente, en el año 2018 un grupo de profesores escribiera a su Gobierno para pedir que no se crearan más títulos en inglés hasta que no se analizaran detenidamente las consecuencias de la anglicanización de la educación, ya que temían que, si seguían así las cosas, el idioma neerlandés corría riesgo de desaparecer. Y no otra cosa que la desaparición de los idiomas es lo que ocurre cuando se dejan de usar —sobre todo en ámbitos importantes—, bien que en España no nos hemos percatado de ello porque la anglicanización aquí ha sido mucho más lenta que en otras naciones.


¿Cómo valoras que en Madrid alrededor de la mitad de los centros educativos públicos sean bilingües?

Si en España la anglicanización no se ha acometido con la celeridad e intensidad que en otras partes del mundo, en Madrid, por ser la capital y recibir antes las innovaciones, necesariamente tenían que notarse antes las resultas de la labor de difusión del inglés. Y, así, si desde que comenzó a haber colegios bilingües hasta hoy se ha conseguido que casi la mitad de los centros públicos sea de tal clase, sin duda que hay que calificarlo de <> de la anglicanización, ya que, una vez alcanzado el cincuenta por ciento, después se propondrá alcanzar el setenta y cinco; y después el noventa; y después todo. Y como lo que se hace en la capital también es ejemplo que se sigue en las demás comunidades autónomas, hasta hacer que toda la educación española sea bilingüe no se parará, máxime porque lo del bilingüismo es un tópico ya casi no sujeto a discusión, un tópico como el de que la justicia debe ser rápida. Por eso, los políticos —de cualquier ideología—, cuando hablan de educación siempre les sale de los labios, además de la palabra calidad la de bilingüismo, y hasta parece muchas veces que la calidad de la educación la da, justamente, el bilingüismo.



¿Qué te parece que la Historia o la Geografía de nuestro país se enseñe en un idioma extranjero?

Al principio, se nos decía que las asignaturas que debían enseñarse en inglés eran las Matemáticas y las Ciencias Naturales (por su vinculación con lo tecnológico y, por tanto, con lo que interesaba a las grandes empresas), pero con el tiempo el que se hayan acabado enseñando otras como Historia o Geografía solo demuestra el gran desprecio que sentimos de lo nuestro, ya que nos trae sin cuidado el simplificar todo lo posible esas asignaturas —tan útiles para conocer quiénes y cómo somos— a fin de impartirlas en un idioma extraño, esto es, no nos importa que tales asignaturas se vacíen de contenido y se vuelvan meros pretextos para dar más horas de la lengua que, al parecer, abrirá las puertas del cielo a nuestros descendientes. Con eso y todo, lo que ocurre en los centros bilingües creo que en el fondo es lo que desea la gente, ya que la mayor parte tiene muy encajado en el cerebro que lo más importante de la educación es dominar bien el inglés; y hasta los que se percatan de lo mal que se imparten las asignaturas deben de consolarse pensando que quizás, después, los niños que mejor hayan aprendido el idioma inglés podrán ir a Estados Unidos o a la Gran Bretaña a estudiar de verdad.


¿Qué te parece que el denominado bilingüismo provoque que los alumnos aprendan muchos conceptos académicos en inglés pero luego los desconozcan en castellano?

Ya en 1863, cuando era el francés la lengua de las relaciones internacionales (cosa que conviene recordar, pues algunos parece que creen que el inglés lo ha sido siempre), el académico de número de la RAE, Pedro Felipe Monláu, se burlaba de los colegios que se recomendaban al público anunciado que en ellos se hablaba solo francés, lo cual, según él decía irónicamente, debía «… de ser maravilloso para perfeccionarse en el castellano».

Han sido precisamente los del Hexágono, cuando su idioma ha perdido la importancia que tuvo, quienes mejor han reparado en las consecuencias de la anglicanización. Así, hace años, cuando se discutió sobre el uso del inglés en la enseñanza superior, muy acertadamente se dijo que el dar las asignaturas en una lengua extranjera condenaba al francés a no ser adecuado para la comunicación científica y técnica, y, por tanto, a convertirse en una lengua muerta, ya que no podría forjar ni incorporar los términos y neologismos necesarios para tratar sobre los campos del saber correspondientes.

Algunos se consolarán pensando que la cosa no es tan grave, y que el español subsistirá mientras los españoles sigan usándolo en sus relaciones y negocios particulares; pero olvidan que también en este campo ya el inglés está sustituyendo muchos términos castizos. Así, vemos que desde el final de la II Gran Guerra —y, sobre todo, en los últimos veinte años— cada vez se usan más anglicismos, que no solo se refieren a cosas nuevas, sino a las que siempre hemos llamado de otra manera con nuestros propios términos; y vemos también que quienes los usan justifican su uso porque son vocablos más breves que los autóctonos o, aun más descaradamente, porque son ingleses y que, por ello, en todo el mundo se los entiende —lo que, con buena lógica, nos debería mover a sustituir la mayor parte de nuestro vocabulario por el inglés, ya que sus términos son casi siempre más breves y, además, universalmente conocidos—.


¿Por qué crees que los mismos políticos que se escandalizan porque, según ellos, en Cataluña se tiene que estudiar en catalán en lugar de en castellano, luego sacan pecho porque en Madrid se estudia en una lengua extranjera?

Los conflictos, lingüísticos o de cualquiera otra naturaleza, son inevitables en las sociedades humanas. Y, si no fuera por los políticos, que se dedican a atizar las pasiones, los conflictos lingüísticos en España se resolverían como los demás de un Estado democrático de derecho —por los jueces y demás funcionarios a los que el ordenamiento jurídico encarga tal labor—.

Atendiendo al ordenamiento, pues, vemos que la Constitución, en su preámbulo, proclama que uno de sus fines es proteger las lenguas regionales. Y en el artículo 3 se establece que en las comunidades autónomas con lengua propia esta será cooficial con el castellano. El mismo artículo añade, además, que las diversas «modalidades lingüísticas» (emplea tal expresión) merecen «especial respeto y protección». Tales disposiciones se explican porque la Constitución nació del pacto entre personas y partidos de muy diversas ideologías, por lo que trató de contentarlos a todos sin contentar a ninguno en particular.

No hay que olvidar que también se aplica en España la Carta Europea de las Lenguas Regionales de 1992, del Consejo de Europa.

Lo curioso es que, cuando los políticos, tanto tirios como troyanos, se dedican a discutir sobre lo que dicen las leyes —o sobre lo que deberían decir— en lo que toca al castellano y las demás lenguas que se hablan en España nunca ponen en duda que el inglés debe convertirse de facto también en lengua oficial. Tanto tirios como troyanos recelan de la lengua de quien consideran el otro, mas nunca de la inglesa (que indudablemente es de otros), lo cual trae causa de que todos tienen a esta por una lengua superior —la lengua universal y neutral— y que, por tanto, su expansión (o, por mejor decir, imposición) no daña a las demás.


¿Crees que la imposición lingüística del inglés también favorece una imposición cultural en detrimento de la cultura nacional?

Cuando el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte decidió dejar la Unión Europea, algunos —bien que de broma— dieron en que el francés volvería a tener la importancia de antaño en el Viejo Continente, lo que a otros causó cierto disgusto, ya que, según estos últimos, los habitantes del Hexágono consideraban el francés algo muy suyo, a diferencia del inglés, que no era de nadie. Tanto nos hemos acostumbrado al inglés que hasta nos parece una especie de idioma neutral que permite que las personas que hablan idiomas distintos se comuniquen y entiendan armónicamente. Tanto nos hemos acostumbrado al inglés que ni nos percatamos de que sus hablantes nativos no tienen que hacer el esfuerzo de aprender otro idioma además del suyo. Tanto nos hemos acostumbrado a la lengua de Shakespeare que todo lo que procede de las naciones anglosajonas nos parece no ya anglosajón, sino universal, común a todo el género humano. Por eso, el estilo de vida de Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido y también su cine, su arte, sus casas, su moda y su comida se consideran lo mejor y lo más digno de imitar… pero, como bien decía Nebrija, «siempre fue la lengua compañera del imperio». El inglés es, como el francés y cualquiera otro, un idioma étnico, nacional; y, como tal, se halla vinculado a una tradición. Esto se echa de ver, sobre todo, en los refranes y las frases hechas, que se refieren a anécdotas y acontecimientos que los extranjeros que estudian tal lengua no pueden entender a primera vista valiéndose de la gramática. Solo los idiomas inventados —el esperanto, el ido y el latín simplificado o interlingua— carecen de tales refranes y frases hechas.


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