LA «KATHARÉVOUSA» Y EL INGLÉS
Uno de los conflictos lingüísticos más largos de la época moderna fue el acontecido en Grecia desde que esta nación recuperó su libertad en 1830 hasta 1976: se impuso como lengua oficial la variante culta llamada katharévousa, que se distinguía tantísimo de la lengua popular —la cual recibe el nombre de griego demótico— que era imposible hablar la primera sin haberla estudiado previamente, casi como si fuera otro idioma.
¿Por qué se hizo esto? La historia es la que lo explica: cuando entre los siglos XIII y XV los turcos conquistaron el Imperio romano de Oriente
—también llamado Imperio bizantino—, el griego, que era el idioma oficial, vino a menos: dejó de usarse en muchos ramos de la Administración y también de cultivarse; además, se llenó de gran número de vocablos extranjeros (procedentes, sobre todo, del turco y de las lenguas de otras naciones que también habían sido conquistadas por los turcos). Todo esto hizo que el griego hablado por el pueblo, que ya por entonces se diferenciaba del idioma culto, sufriese muchísimos cambios más.
En el siglo XIX, a punto de estallar la guerra de la independencia, los patriotas griegos se percataron de cuánto había cambiado su idioma de entonces respecto del de la época antigua; y, aunque hubo muchos de ellos que defendieron el uso del griego moderno, este, al final, acabó tachándose de corrupto y rechazándose. No obstante, tal rechazo no significó la vuelta al griego de Aristóteles o al de Alejandro Magno: lo que se hizo fue inventar una variante intermedia entre la lengua de antaño y la moderna, aunque con predominio de la primera. Esta variante es la que hemos dicho que se llama katharévousa, que significa, precisamente, ‘lengua depurada’.
La katharévousa siempre fue muy criticada por su artificialidad y porque excluía a casi todo el pueblo de la educación y la cultura. Era la lengua de unos pocos —de los pertenecientes a la flor y nata, que eran quienes conseguían aprenderla, ya que nadie podía considerarse hablante nativo—. Algunos comparaban tal situación, quizás un poco exageradamente, con la de Europa occidental durante la Edad Media, donde la lengua oficial había seguido siendo el latín, a pesar de que ya se había fragmentado y dado origen a las lenguas romances, que eran las que usaba la gente.
Actualmente la katharévousa está casi olvidada, salvo por la Iglesia ortodoxa griega, que aún la usa en algunos de sus actos.
Lo más gracioso de esto es que a los que aún hoy se acuerdan de la katharévousa —para criticarla, naturalmente— no parece ponerles ningún cuidado que en el resto del mundo estemos viviendo una situación todavía peor con la lengua inglesa. Son muy pocos los que alzan la voz hoy en día contra la declarada —y descarada— intención que abrigan Gobiernos e instituciones de convertir el inglés en la lengua de la educación (de toda la educación o, al menos, de la educación universitaria). Y a muy pocos parece que les ofende que se diga con cada vez más frecuencia que, como el inglés es la lengua en que se escribe casi todo lo relacionado con la ciencia y el conocimiento, no se deberían usar otros idiomas en tales ámbitos ni tratar de traducir siquiera lo escrito en inglés a esos otros idiomas (y no olvidemos que, además, hay quienes piensan que tampoco deberían traducirse los libros y textos de mero entretenimiento compuestos en inglés ni doblarse las películas cinematográficas anglosajonas). ¿Acaso todo esto no acarrea también excluir a quienes no hablan inglés de la educación y la cultura?
Porque, si el inglés hoy lo consideran muchos la lengua universal, no deberíamos olvidar que el griego también fue la lengua universal en su día (mucho más universal y durante mucho más tiempo que la lengua de Shakespeare); en griego se empezó a hacer ciencia, filosofía y teatro… Y fue tanta su autoridad que, aun después de haber caído Grecia en manos de Roma, los romanos cultos aprendían griego. El latín y el griego hasta hace poco, además, se consideraban esenciales para una buena formación humanística. Habiendo gozado de tanto renombre el griego antiguo parece comprensible —lo cual no significa que sea justificable— que los restauradores de la libertad de Grecia deseasen que su griego se pareciese lo más posible a aquel otro griego que tanta fama había dado a su nación y que se conocía y se seguía estudiando en todo el mundo.
Por otra parte, la katharévousa no era lengua materna de nadie, por lo que, si se considera en abstracto, a ningún griego le costaba más que a otro el aprenderla. La lengua inglesa, por el contrario, sí que es lengua materna de muchos millones de personas, a las cuales, a causa de la anglicanización de las demás naciones, no se les demanda esfuerzo alguno para que aprendan otros idiomas.
¿No es peor, por tanto, la anglicanización que la katharévousa? ¿No merece la anglicanización que la critiquemos aun con más fuerza?