PALABRAS DE DON ANDRÉS BELLO

El erudito venezolano Andrés Bello (1781-1865) es muy conocido por su labor jurídica y filológica. Fruto de la primera fue el Código Civil de Chile, que influyó en la mayor parte de los códigos civiles del continente; de la segunda fue la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos.

Bello concentró en un párrafo del prólogo de la Gramática su parecer respecto del progreso del idioma. El texto suele copiarse y citarse con frecuencia en los libros, y nosotros lo queremos poner aquí también porque, por su claridad y su lógica, todo hispanohablante debería tenerlo siempre muy presente:

    «Juzgo importante la conservación de la lengua de nuestros padres en su posible pureza como un medio providencial de comunicación y un vínculo de fraternidad entre las varias naciones de origen español derramadas sobre los dos continentes. Pero no es un purismo supersticioso lo que me atrevo a recomendarles. El adelantamiento prodigioso de todas las ciencias y las artes, la difusión de la cultura intelectual y las revoluciones políticas piden cada día nuevos signos para expresar ideas nuevas, y la introducción de vocablos flamantes, tomados de las lenguas antiguas y extranjeras ha dejado ya de ofendernos cuando no es manifiestamente innecesaria o cuando no descubre la afectación y mal gusto de los que piensan engalanar así lo que escriben. Hay otro vicio peor, que es el prestar acepciones nuevas a las palabras y frases conocidas, multiplicando las anfibologías de que, por la variedad de significados de cada palabra, adolecen más o menos las lenguas todas, y, acaso, en mayor proporción las que más se cultivan, por el casi infinito número de ideas a que es preciso acomodar un número necesariamente limitado de signos. Pero el mayor mal de todos, y el que, si no se ataja, va a privarnos de las inapreciables ventajas de un lenguaje común, es la avenida de neologismos de construcción, que inunda y enturbia mucha parte de lo que se escribe en América; y, alterando la estructura del idioma, tiende a convertirlo en una multitud de dialectos irregulares, licenciosos, bárbaros: embriones de idiomas futuros, que, durante una larga elaboración, reproducirán en América lo que fue la Europa en el tenebroso período de la corrupción del latín…».
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