AL EFECTO, A TAL EFECTO

Hoy en día es muy común usar al efecto y a tal efecto con el sentido de ‘para ello’, ‘en relación con ello’ o ‘para este fin’, dependiendo del contexto.

No obstante, hace unos decenios, algún que otro crítico puso en duda que tales expresiones fuesen correctas, ya que entendía que se podían suprimir sin que la oración sufriese la más mínima alteración (al parecer, no hay diferencia entre decir «se celebró una gran fiesta y los cocineros dispusieron al efecto un banquete suntuoso» y «se celebró una gran fiesta y los cocineros dispusieron un banquete suntuoso»).

Pero esto no es cierto. Y, para demostrar lo infundado de la crítica, bastará con acudir al CORDE de la Academia, que produce varias citas que confirman que al efecto y a tal efecto se han usado siempre en español de la misma manera que lo hacemos actualmente.

Copiamos a continuación estas, que son muy claras:


    «Los oprimidos romanos, / viéndose ya tan opresos / que tenian por imposible / remedio dalles remedio, / trataron con los franceses / y con su caudillo Breno / que por mil pesos de oro / alzasen de Roma el cerco. / Llegado el día del plazo, / para acabar el concierto, / Publio Sulpicio, tribuno / de Roma, salió al efecto» (Juan de la Cueva, Coro febeo de romances historiales [1587-1588]).

    «Alejandro Afrodiseo dijo una cosa indigna del nombre filosófico: que los sabios engendran hijos nescios por no se emplear todos en el acto generativo, sino que aún allí están con imaginaciones literarias, y que los nescios los engendran sabios por la razón contraria; mas tales razones como estas ni de un beodo en taberna debieron salir, pues ni el sabio entonces silogiza, como aun Aristóteles diga quod absorbet, &; ni el nescio tiene mejor natura por ser nescio. Lo que se debe decir a tal efecto es que, o el sabio por sus vehementes imaginaciones trae demasiado desecado el celebro, de lo cual muchos hombres estudiosos andan amarillos; y, como la virtud generativa baja dende el celebro, no lleve el vigor necesario —y lo tiene ansí el Abulense—, o porque el uno tiene la materia humidísima, que dispone a inhabilidad y nescedad, y el otro debidamente seca, y esta favorece a la inteligencia» (Juan de Pineda, Diálogos familiares de agricultura cristiana [1589]).

    «Notaron que Gicombo y Zutancalpo / y el valeroso Bempol no venian; / por cuya causa juntos acordaron / que Mencal fuese luego y los llamase, / por ser de todos tres muy grande amigo. / Y, saliendo al efecto, vio que estaba / la pobre de Luzcoija lamentando / el destroncado brazo de su amigo, / a quien con alma y vida le rogaba / que más à la batalla no volviese» (Gaspar de Villagará, Historia de la Nueva México [1610]).


    «A él, pues, como tan distante del Perú, llegó tarde la compañía, que solo se dio a conocer en el nuevo reino al empezar este siglo, fundándose el colegio de Santa Fe el año de seiscientos y tres —como dije ya— con la licencia que el año antecedente dio su majestad, solicitada en esta Corte por el padre Alonso Medrano y Francisco de Figueroa, que al efecto vinieron a ella». (Manuel Rodríguez, El Marañón y Amazonas [1684]).


Por tanto, estimado lector, si en algún manual de estilo lees que has de evitar estas locuciones, no eres tú el que está metiendo la pata al usarlas, sino el autor de dicho manual al proscribir lo que no se debe proscribir.




REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: NTLLE (fecha de consulta: 28 y 29 de septiembre de 2024).

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