EL GRAN GALARDÓN DEL IMPERIO ANGLOSAJÓN
Tanto las asociaciones francesas como la alemana dan premios de indignidad cívica a las personas, físicas o jurídicas, que se señalan en defender o justificar la anglicanización. Tales premios se conceden sin atender a la ideología o creencias —principio que inspira siempre el trabajo de las asociaciones de defensa de la lengua—, sino solo a lo que los galardonados hayan dicho o hecho en favor de la imposición del inglés o del uso de anglicismos de manera innecesaria.
La ASOCIACIÓN PARA LA DEFENSA DEL PATRIMONIO LINGÜÍSTICO DE ESPAÑA también concederá un premio burlesco: el Gran Galardón del Imperio Anglosajón.
El nombre que le hemos elegido, rimbombante, se corresponde bien con su naturaleza. No contiene insultos ni expresiones vejatorias, ya que su fin no es otro que criticar por medio de la ironía a quienes admiran demasiado lo inglés.
Y, por otra parte, si bien se considera, las personas a las que se otorgará el Gran Galardón del Imperio Anglosajón se alegrarían de recibirlo si fuera de verdad. En cierta forma, el Gran Galardón puede considerarse un reconocimiento de su labor anglicanizadora, bien que hecho por quienes nos oponemos a ella.
Nos imaginamos al premiado en la Casa Blanca o en el palacio de Buckingham, en un acto solemne al que asiste infinito número de próceres y dignatarios anglohablantes, los cuales acogen efusivamente al ganador del premio y le dedican palabras similares a estas:
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«Sentaos a nuestro lado, caballero. Sed uno de nosotros. Merecéis tan grande honor porque habéis luchado con denuedo por extender este nuestro divino idioma, que ya se hablaba desde el comienzo del mundo; cuya ortografía y fonética son las más claras y sencillas; que no tiene ambigüedades; que nunca se ha corrompido con vocablos extranjeros, sino que, por el contrario, él ha influido enormemente en los demás; que supera en todo al latín y el griego —lenguas que han de reputarse bárbaras y propias de gente inculta y zafia—; que no se ha impuesto jamás a nadie —ya que se aprende así que se oye—; que, por derecho natural, debe sustituir a todos los demás idiomas que se hablan en el mundo».
Y nos imaginamos al galardonado, que no cabe en sí de gozo, tomando asiento al lado de toda esa gente a la que tanto admira, la cual le ofrece un banquete típicamente anglosajón —hamburguesas y cocacola—, servido por criados indostanos, la muñeca Barbie y el ratón Mickey.