CON ANGLICISMOS Y SIN BALOMPIÉ
Nos dicen que en el mundo actual no podemos prescindir de los anglicismos.
Causa estupor el ver cómo quienes dan en tal cosa se figuran que nos están revelando una gran verdad que se hallaba oculta a nuestro entendimiento.
¿Por tan cortos de alcances nos tienen?
¡Claro está que en el mundo actual no podemos vivir sin anglicismos! ¡Y tampoco podemos vivir sin préstamos de otros idiomas!
Desde que las relaciones comerciales —y de todo género— entre las naciones se hicieran muy intensas, no es raro que sus vocablos también vayan de un sitio para otro… Siempre ha sucedido así.
En eso les damos la razón.
No nos dicen nada nuevo. No han descubierto ningún continente misterioso y olvidado.
Proclaman que hoy en día todos hemos admitido voquibles como fútbol (o futbol), láser y radar; y, a continuación, nos espetan con saña que, de la misma manera que hemos admitido esos, también admitiremos los anglicismos de que actualmente tanto abominamos.
Y, al ver cómo creen que, esgrimiendo tal razonamiento, pueden justificar la introducción desmedida de palabras inglesas en nuestro idioma, nos asalta una duda: ¿su proceder trae causa de la mala fe o de la ignorancia?
Porque no parecen caer en la cuenta de por qué todos usamos esos vocablos que nos presentan cual ejemplos indiscutibles de cómo los extranjerismos acaban triunfando. No nos explican nuestros queridos anglómanos que, cuando los hispanohablantes empezamos a usar láser, fútbol y radar, tales vocablos designaban cosas nuevas y no había ninguno propiamente español que los tradujese. Nuestros queridos anglómanos solo repiten, cual magnetófonos, que esos extranjerismos se asentaron en el idioma, y que pasará lo mismo con otros como crush, like, feedback, sport, follower, dealer y engagement; tampoco mencionan que estos últimos sí pueden traducirse por algún término antiguo y castizo.
A lo más, a veces se acuerdan de que al football se lo llamó balompié.
Y nos espetan: «Ni vosotros mismos decís ya balompié!».
Pero balompié no era una palabra que usáramos los hispanohablantes antiguamente. No. Balompié fue un neologismo que se propuso en su día, cuando se empezó a oír football, para sustituir el vocablo inglés.
Se atribuye la invención del neologismo al periodista Mariano de Cavia, quien, a principios del siglo XX, escribió:
-
«El vocablo inglés es doble: está compuesto de foot (‘pie’) y ball (‘balón’). “Pelota muy grande de viento” llama al balón el Diccionario de la Academia en la segunda acepción de la palabra.
Disponiendo, pues, en nuestro idioma de las mismas dos voces que en inglés, e igualmente precisas y breves, nada más lógico y hacedero que componer la palabra balompié, cambiando en m la n del balón por la misma regla ortográfica que se sigue en ciempiés, sambenito, el apellido Sampedro, etc., etc.».
Ni que decir tiene que lo que triunfó fue el anglicismo —hispanizado con las formas fútbol y futbol—, aunque balompié ha tenido mucha fama, y todavía hoy el común de la gente lo recuerda.
Pero nuestros queridos anglómanos no refieren la historia tal como fue… ¿Por qué? Porque no debe de interesarles que recordemos que, en lo tocante a las novedades que se introducen en la lengua, lo tradicional ha sido incorporar lo nuevo si no se lo consigue traducir; no aceptar cualesquiera novedades sin crítica, por más innecesarias que sean… aunque también es probable que los anglómanos que nos echan en cara que no usamos balompié desconozcan el verdadero origen del vocablo —y sospechamos que de infinitos vocablos más—. Por eso, en atención a los argumentos tan sencillos que nuestros adversarios repiten, se nos ofrece la duda de si obran con mala fe o solamente con desconocimiento (pues pudiera ocurrir que no hayan abierto jamás ni uno solo de los libros de los autores que en lo pasado han tratado de estas materias).