LA REACCIÓN

Que en Francia haya una ley como la de Toubon y asociaciones de defensa de la lengua a pocos extraña (salvo a los más jóvenes, a quienes parece que se les ha inculcado que el inglés es la lingua franca desde el principio de los tiempos):

– En Francia siempre se ha estimado sobremanera la langue d’oil. Hay allí una larga tradición de protección de este idioma, cuyo punto iniciativo suele fijarse en 1539, cuando Francisco I establece que el francés es el único idioma oficial —en perjuicio del latín y de las lenguas regionales—.

– En todo el mundo son conocidos Luis XIV, Corneille, Molière, Racine, la Enciclopedia, la Ilustración, la Revolución, Napoleón y su código civil, Víctor Hugo, Verne, los grandes movimientos literarios y artísticos de los siglos XIX y XX que convirtieron a París en la capital universal de la cultura…

– Francia consiguió la hegemonía en Europa a mediados del siglo XVII —a costa de España— y, desde entonces, su idioma fue ganando más y más importancia, hasta el punto de arrebatarle el puesto de lingua franca al latín, lo cual ni siquiera había podido hacer el español.

– Uno de los incentivos de la expansión colonial de Francia en el siglo XIX fue, precisamente, el imponer su cultura y su idioma a otros pueblos.

– A mediados del siglo XX, a causa de la II Gran Guerra, la hegemonía universal pasa a los Estados Unidos de América, y, en el ámbito lingüístico, el inglés sustituye al francés en el papel de lingua franca. En este tiempo los franceses comienzan a sentir ya la anglicanización.

– La lengua francesa, tradicionalmente, gustaba de incorporar voces nuevas —extranjeras— y tal cosa no se consideraba peligrosa, ya que lo foráneo no era tanto que no se pudiera integrar o diluir entre los vocablos puramente franceses. Pero, con el apogeo del imperio anglosajón y de su idioma, el número de voces inglesas llega a ser enorme, mayor que nunca (a causa, principalmente, del gran progreso tecnológico y científico, cuyo motor es Estados Unidos), por manera que los hablantes sienten que, si se tomaran todos, el francés desaparecería y se convertiría en franglish.

En atención a lo anterior, a la gente no le parece raro que los de las Galias se resistan al predominio anglosajón.

Pero, cuando se cuenta que en el año 1997 se constituyó en Alemania una asociación de defensa de la lengua similar a las francesas, parece que hay cierta sorpresa, pues Alemania aceptó de todo en todo su derrota en la II Gran Guerra: no solo en lo militar —con la consiguiente desaparición de sus sueños de hegemonía europea y universal—, sino también en lo cultural —hasta el punto de que, poco a poco, muchos germanos han acabado teniendo lo suyo propio por viejo y retrógrado; y lo de sus vencedores, los anglosajones, por el sumo de la modernidad—.

Lo que ocurre es que la reacción contra la imposición abusiva del inglés no puede considerarse algo particular de los franceses, sino algo más general: es la reacción de los pueblos cuyos idiomas han tenido gran tradición literaria y científica, que se oponen a que tales idiomas sean avasallados.

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