LA ANGLICANIZACIÓN

Todos los hispanohablantes conocemos el término anglicismo. Con él nos referimos al uso de vocablos de la lengua inglesa en la nuestra: unos, por no tener traducción fácil; otros —los más—, por moda.

Carecemos, sin embargo, de un término general con el que designar la acción y el efecto de infundir índole anglosajona a algo —a la lengua, a la sociedad, a las instituciones o a las costumbres—. El que fuera diplomático y presidente de Panamá, Ricardo Joaquín Alfaro Jované (1882—1971), autor de un célebre Diccionario de anglicismos, propuso emplear anglicanización y anglicanizar, aunque también admite anglificación y anglificar. A la par, rechazó el sustantivo anglicización, así como el verbo anglicizar —que han tenido algo de uso por influencia francesa—, por no muy bien formados, ya que, para derivar un verbo del sustantivo y adjetivo anglo, lo lógico es añadir la terminación en -ficar o en –izar, mas no en -icizar (razón por la que tampoco puede forjarse un nuevo sustantivo terminado en -icización).

Cierto es que vocablos como anglicano, anglicanizado y anglicanizar suelen emplearse para tratar del nacimiento y desenvolvimiento de la Iglesia protestante de Inglaterra, mas no es ese su único sentido. Anglicano, originalmente, no significaba otra cosa que ‘inglés’, y con tal sentido se empleaba hace siglos, como vemos en la traducción que hizo el escritor clásico Juan de Jáuregui de la Farsalia, de Lucano [1684]:

    «¿Qué pompas le adornaran?, ¿qué blasones/ y emblemas de su guerra?; ¿cuántos trajes/ de extrañas gentes dadas a prisiones?/ Y, quejosas de Marte, en mil lenguajes/ siguiéranle, esculpidas, las regiones/ anglicanas, sus vegas y boscajes/ y de aquel mar el ya domable seno/ Francia, Germania y el Danubio y Reno» (página 62).


La RAE incluyó en su primer diccionario histórico [1933] el adjetivo anglicanizado y lo llevó al diccionario manual de 1936; recientemente también ha admitido el verbo anglicanizar —y no ha limitado su significado a lo tocante a la Iglesia protestante de Inglaterra—.

Así y todo, estos términos —anglicanizado, anglicanizar, anglicanización y aun anglificación— se oyen poquísimo, cosa que no juzgamos casual, ya que, cuando una persona quiere oponerse a algo, si no tiene un término breve y significativo para llamarlo, en el fondo, no sabrá explicar a los demás cuál es el objeto de sus críticas. Quizá por tal razón, a diferencia de lo que ocurre en Francia, donde hay mucha gente en contra de la anglicisation, en España es escaso el número de los que se manifiestan contra la imposición abusiva del inglés.

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